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ResumenObjetivosLos símbolos de caras sonrientes preparadas se utilizan ampliamente para recoger información sobre, por ejemplo, la satisfacción con los servicios o la salud y el bienestar. Investigamos cómo responden las mujeres y los hombres de diferentes edades cuando se les pide que se dibujen una cara sonriente. Nuestros objetivos eran investigar cómo difieren generando un conjunto único de datos para explorar este sencillo comportamiento humano e ilustrar la importancia de tener en cuenta la mezcla de género y edad en cualquier estudio.ResultadosRecogimos 723 dibujos, en una variedad de entornos. Se indicaron el sexo y la edad de 676 dibujos (mujeres: 511; hombres: 165; ≤ 30 años: 335; > 30 años: 341). Aunque proporciones similares de mujeres y hombres dibujaron algunos rasgos, como bocas cerradas; las mujeres y los de ≤ 30 años eran menos propensos a dibujar narices y contornos alrededor de las caras, y más propensos a dibujar una cara sonriente clásica. Nuestros análisis proporcionan una forma novedosa de resaltar que siempre que se comparan los resultados autodeclarados entre grupos, puede ser necesario considerar cuidadosamente la composición del grupo en cuanto a características como el género y la edad para explorar si las diferencias en los resultados podrían surgir simplemente de desequilibrios en esas características.

Sonrisa

Si alguna vez ha imaginado una cara en un objeto inanimado, su cerebro está inmerso en un proceso llamado pareidolia. Se trata de la tendencia a ver un patrón o un significado en algo, cuando en realidad no hay nada. Ver caras en objetos cotidianos es una experiencia común. Muchos percibimos una cara sonriente en las nubes, en la espuma de un capuchino o en un objeto tan mundano como un enchufe. Científicos de la Universidad de Sídney (Australia) han realizado un estudio para investigar si nuestro cerebro procesa estas caras ilusorias del mismo modo que lo hace con los rostros humanos reales. En el estudio, 17 voluntarios observaron una serie de rostros ilusorios y humanos. Tenían que calificar la fuerza del vínculo emocional que sentían al ver cada uno de ellos. La conclusión de los investigadores fue que los mismos circuitos neuronales participaban en la determinación de lo que era o no era una cara real. El psicólogo David Alais dijo: “Sabemos que estos objetos no son verdaderas caras, pero la percepción de una cara persiste”. Y añadió: “Acabamos teniendo… una experiencia paralela de que el objeto es a la vez una cara convincente y un objeto”. El Sr. Alais dijo que el cerebro ve dos cosas a la vez, y que nos centramos más en la imagen de una cara que en el hecho de que sea un objeto. Y añadió: “La primera impresión de una cara no da paso a la segunda percepción de un objeto”.

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Un smiley, a veces denominado cara sonriente, es un ideograma básico que representa una cara sonriente. Desde la década de 1950 ha pasado a formar parte de la cultura popular en todo el mundo, utilizándose como ideograma independiente o como forma de comunicación, como los emoticonos. El smiley comenzó como dos puntos y una línea para representar los ojos y la boca. En los años 50 surgieron diseños más elaborados, con narices, cejas y contornos. La emisora de radio neoyorquina WMCA utilizó un diseño amarillo y negro para su campaña “Good Guys” a principios de los 60. En los años sesenta y setenta aparecieron más diseños amarillos y negros, como los de Franklin Loufrani y Harvey Ross Ball. En la actualidad, The Smiley Company posee muchos derechos del ideograma smiley y se ha convertido en una de las mayores empresas de licencias a nivel mundial.

En los años 70, Loufrani registró el nombre y su diseño en Francia mientras trabajaba como periodista para France Soir. Se utilizaron términos competidores, como cara sonriente y cara feliz, antes de que se llegara a un consenso sobre el término smiley, menos a menudo deletreado “smilie”[cita requerida].

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Recientemente, los investigadores han comenzado a modelar la estructura subyacente a la percepción social de las caras. Oosterhof y Todorov (2008) utilizaron la tarea de evaluación de rasgos para identificar dos dimensiones evaluativas: (1) la valencia relacionada con el acercamiento-evitación y (2) la dominancia relacionada con la fuerza-debilidad física. Basándose en el análisis de componentes principales, la puntuación de confianza puede utilizarse como representante de la dimensión de valencia, que se refiere a la intención conductual de la cara objetivo de beneficiar o perjudicar a los demás. Por otro lado, la dimensión de dominancia se refiere a la capacidad de la cara objetivo de perjudicar a los demás (Oosterhof y Todorov, 2008). Wu et al. (2020) reclutaron a participantes chinos locales y utilizaron la tarea de evaluación de rasgos para identificar una dimensión de aproximación-evitación, que se mantenía transculturalmente, así como una dimensión de “capacidad” más amplia que incluía la dominancia y la tenacidad relacionadas con la fuerza física e intelectual. La valoración de la dimensión “capacidad” era crucial para la supervivencia de los individuos y para obtener recursos y un estatus social elevado, lo que podría considerarse más típico en sociedades colectivas como la china.