Mujer mirándose en el espejo clipart

Chica en el espejo (a veces Chica en el espejo) es una pintura de arte pop de porcelana y esmalte sobre acero de 1964 de Roy Lichtenstein que se considera que existe en entre ocho y diez ediciones. Una de las ediciones formó parte de una demanda de 14 millones de dólares en 2012 en relación con una venta de 2009, mientras que otra se vendió en 2010 por 4,9 millones de dólares. Aunque utiliza puntos Ben-Day como muchas otras obras de Lichtenstein, se inspiró en el metro de Nueva York y no directamente en un panel de una obra de cómic romántico.

Girl in Mirror utiliza puntos Ben-Day como muchas de sus otras obras, pero se inspiró en el duro acabado reflectante de las señales del metro de Nueva York y, a su vez, éstas inspiraron sus posteriores obras de cabezas de cerámica. El esmalte facilitaba una apariencia más mecánica que incluso sus pinturas, al tiempo que se mantenía en dos dimensiones[1]. Después de 1963, las mujeres de Lichtenstein basadas en los cómics “… parecen duras, nítidas, quebradizas y de aspecto uniformemente modesto, como si todas hubieran salido del mismo bote de maquillaje”. Este ejemplo en particular es uno de los varios que están recortados tan estrechamente que el pelo fluye más allá de los bordes del lienzo[2].

Chica mirándose en el espejo triste

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Chica mirando al espejo picasso

En Bright Side nos gusta descubrir cómo nos engaña el cerebro, por ejemplo, cuando nos sentimos confusos después de mirar nuestras propias fotos. Así que desplázate hacia abajo para descubrir por qué siempre nos vemos mejor en el espejo.

1. Lo que vemos cuando nos miramos en un espejo no es la realidad: el reflejo en el espejo es una versión invertida de nuestro aspecto real. Y como nos miramos en el espejo todos los días, estamos muy acostumbrados a esta versión invertida. Se llama efecto mero. Así que si no te ves muy a menudo en fotografías, no sabes realmente cómo eres, así que no pasa nada por escandalizarte un poco.

3. La iluminación importaNuestros cerebros funcionan de tal manera que no notamos las diferencias de iluminación cuando nos miramos al espejo porque nuestro cerebro lo iguala automáticamente y nos muestra la visualización de nuestra cara cercana a la que estamos acostumbrados a ver. Una cámara no funciona así y, en cambio, capta todos los tonos y sombras de forma objetiva y juega un papel muy importante a la hora de hacer una foto. Como dicen los fotógrafos: “¡La luz puede hacerla o romperla!”.

Chica mirándose en la estética del espejo

“Espejito, espejito en la pared, ¿quién en la tierra es la más bella de todas?”  ¿Cuántas veces hemos repetido esta frase de un conocido cuento de hadas? La niña ante el espejo, de Norman Rockwell, sería sin duda una competidora de la malvada madrastra de Blancanieves, ya que se trata de una hermosa muchacha de pelo castaño y vestido blanco. De todas las obras de Rockwell, quizá ésta sea la más bella, y aunque es figurativa, el cuadro está cargado de una atmósfera abstracta.

Sin embargo, a pesar de la belleza del cuadro, o quizás precisamente por ella, hay algo que me llama profundamente la atención en este cuadro: la mirada de la chica.  Se mira a sí misma y analiza su propio rostro. Su frente, ligeramente arrugada, parece preocupada. Pero, ¿qué podría preocupar a una niña en un cuadro de Rockwell?

Bueno, en primer lugar, permítanme presentarles a Norman Rockwell. Ha aparecido aquí en DailyArt unas cuantas veces, especialmente durante las fiestas de Acción de Gracias. Esto se debe a que fue brillante al retratar el día a día americano desde un punto de vista idealista. Nacido en Nueva York en 1894, comenzó a estudiar arte cuando era adolescente. Empezó a ilustrar revistas desde muy joven y pronto se convirtió en ilustrador de The Saturday Evening Post, el semanario estadounidense que se publicaba desde 1821. Este trabajo le proporcionó al artista gran parte de su prestigio y renombre.